porqué la bicicleta


En los tiempos que vivimos cada vez se hace más fácil desplazarse a miles de km en poco tiempo y conocer por unas horas o días como supuestamente viven los lugareños de esos lugares remotos y exóticos gracias a algún viaje programado desde una agencia turística o desde internet mismamente.
De esta manera el turista deja su vida en manos de unas personas en las que confía, y además paga por ello. Programado el tiempo de comidas, ocio, sueño y contemplación; sólo queda matar el rato consumiendo refrescos y cigarrillos o aprovechar para adquirir algún souvenir que certifique que en algún momento uno estuvo allí.
Contrariamente a lo que parece, el turista es tan o más esclavo que el local que le lleva las mochilas y le prepara el desayuno; y sólo ordenando pequeñeces –como cambiar un refresco o quejarse porque el aire acondicionado está demasiado fuerte- consigue sentirse algo mejor al sentir que es el quien manda.

Intentando evitar precisamente estas situaciones, aparece la bicicleta. Como sabrán aquellxs que lo hayan probado, viajar en bicicleta supone depender de las propias habilidades, físicas y mentales; y/o de las de lxs compañerxs de viaje. El tiempo muerto prácticamente no existe (cocinar, buscar sitio para dormir, conseguir comida, reparar la bici…) y cuando uno se aburre siempre puede largarse y pedalear.
Los lugares pasan despacio, pero lo suficientemente rápidos como para no repetirse; y da ocasión de conocer a gentes que viven en lugares a menudo inaccesibles para los vehículos de cilindrada, y sobretodo a la comunicación con la gente, pues también se depende de ella muchas veces (para encontrar caminos, alojamiento, víveres,…).
De esta manera viajando en bicicleta se es más viajero que pasajero, más trotamundos que turista; y lo más importante es que se depende más del esfuerzo que del dinero.



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